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En febrero de 2014 viajé a Senegal de la mano de mi amigo Lluís Llach. Al conocer la labor que realizaba su fundación cerca del delta de Sine-Saloum, en concreto en la comunidad rural de Palmarin, y fascinada por la gente y el lugar, enseguida supe que quería aportar algo. Mi condición de escritora, sin duda, me sitúa cerca de los libros y la lectura y me permite tener amigos en varias editoriales, por lo que se me ocurrió que sería buena idea construir una biblioteca. La comunidad no tenía ninguna, los colegios disponían de pocos libros y el hábito de la lectura era prácticamente inexistente entre sus habitantes. Facilitar el acceso libre al conocimiento, la cultura y la información para ayudarles a conseguir un futuro más digno me pareció un reto por el que valía la pena trabajar.

A la vuelta, conecté con catorce buenas amigas y les pregunté si querrían ayudarme. Juntas creamos la campaña Un libro para Senegal y en diciembre de ese mismo año teníamos los recursos para construir la biblioteca y el proyecto arquitectónico realizado. A lo largo de los ocho meses que duró la campaña, fueron muchas las personas que colaboraron en el proyecto. Gracias a todas ellas, el 3 de enero de 2015 se iniciaron las obras, que terminaron en verano de ese año. La Fundació Lluís Llach colaboró plenamente en el proceso.

Hoy, la biblioteca Nelson Mandela forma parte del proyecto educativo de la fundación en Senegal y es un equipamiento cultural que ocupa un lugar en el paisaje de Palmarin y funciona como espacio de encuentro, socialización y acceso al conocimiento. Está dotada con cerca de seis mil volúmenes y dispone de ordenadores, conexión a Internet, DVD y una ludoteca para los más pequeños. Recibe usuarios todos los días y es elogiada por los maestros y querida y respetada por todo el mundo. Y a todos ellos les digo: ¡gracias por permitirme ayudaros!